Allí se aprende a torear sin proponérselo. Tiene usted que ensayar diversos movimientos para salvarse de la atropellada de mototaxis, triciclos, automóviles, vehículos de carga pesada, y hasta de afiebrados cargadores de bultos que pasan a la carrera con saco de 40, 50 kilos o más sobre el hombro, sin importarles si golpean a alguien
Este es el panorama que a diario se aprecia en la calle Progreso entre los jirones Atahualpa y Piérola. El problema es mayor a la altura del Mercado Zonal Nº 2. Y peor, los días sábados y domingos; en esos dos días de la semana los ambulantes avanzan hasta más allá de los jirones Bolívar y San Martín, debido al elevadísimo número de vendedores eventuales.
Los comerciantes se instalan a ambos lados de las veredas. Hay de todo. Desde quienes venden animales vivos, hasta pollo, pescado, frutas, menestras, ropa y diversas baratijas. Y se encuentra también rumas de leña de algarrobo y hasta carbón cuya procedencia nadie se interesa en averiguar. El desorden es total, igual la suciedad.
Allí hay personas que hasta resultan levitando porque al paso de cargadores o tricicleros son virtualmente alzadas y obligadas a caminar casi sobre el aire. Los reclamos están a la orden del día. Muchas madres de familia y jovencitas protestan porque fueron víctimas de empujones o acciones perversas y malintencionadas de algunos sinvergüenzas. Algunos comerciantes también alzan sus voces porque ese desorden les impide vender.
Y dónde dejamos a los vecinos. Estos han terminado de ser silenciados en la defensa de sus derechos. Se entiende que usted tiene derecho a tener libre acceso a su vivienda a través de las puertas que tenga instaladas. Las puertas están allí, pero el paso ha sido bloqueado porque se han instalado vendedores a lo largo y ancho de las veredas.
En el angosto pasadizo que se deja entre los puestos ambulatorios –muchos de ellos en realidad permanentes y estables- hay que caminar encontrando al paso paraderos de triciclos, enfrentando a mototaxis y vehículos mayores cuyos conductores tratan de avanzar haciendo mil malabares para evitar chocarse. Hay que dejarles libre el camino cortésmente si no quiere ser atropellado o convertirse en víctima de insultos de todo calibre sin importar si se trata de un menor de edad, de una dama o de un anciano. Ellos tienen la preferencia. El mundo al revés. A esos conductores –muchos de ellos verdaderos energúmenos- les importa un bledo el respeto a las personas. Los peatones ponen en riesgo su integridad física. Hay intersecciones en los que hay verdaderas luchas vehiculares para ver quien pasa primero. Los conductores son expertos en maniobras temerarias de todo calibre.
No se entiende cómo es que ninguna autoridad se preocupa por este problema que encierra gravísimos peligros. Si se produjese un temblor, un incendio o cualquier desastre que provoque temor en la población y ésta tenga que correr, se enfrenta el riesgo de que se tenga que lamentar desgracias personales.
La autoridad municipal está ausente, salvo cuando se trata de cobrar la sisa lo que puntualmente hace un cobrador que solo cumple con su misión pero que no reporta la delicada situación que se vive, ni de conductores de negocios que careciendo de desagüe van con baldes y embudos para depositar las aguas sucias en uno de los buzones de Sedalib más cercanos a sus negocios.
La calle Progreso, pese a estar virtualmente bloqueada por la gran cantidad de comerciantes ambulantes, no se cierra al tráfico vehicular. El número de comerciantes ambulantes ha crecido en forma descomunal. Este es uno de los graves problemas de la ciudad irresuelto hasta la fecha.
Hay un descomunal zafarrancho del que no se libra tampoco la avenida González Cáceda en el corazón de la ciudad.
(Publicado en el Diario "Últimas Noticias" de Pacasmayo el 20.08.2009, pág.3, con el título "Parada de calle El progreso es un polvorín a punto de estallar,Peligro en las calles de Chepén")
Los comerciantes se instalan a ambos lados de las veredas. Hay de todo. Desde quienes venden animales vivos, hasta pollo, pescado, frutas, menestras, ropa y diversas baratijas. Y se encuentra también rumas de leña de algarrobo y hasta carbón cuya procedencia nadie se interesa en averiguar. El desorden es total, igual la suciedad.
Allí hay personas que hasta resultan levitando porque al paso de cargadores o tricicleros son virtualmente alzadas y obligadas a caminar casi sobre el aire. Los reclamos están a la orden del día. Muchas madres de familia y jovencitas protestan porque fueron víctimas de empujones o acciones perversas y malintencionadas de algunos sinvergüenzas. Algunos comerciantes también alzan sus voces porque ese desorden les impide vender.
Y dónde dejamos a los vecinos. Estos han terminado de ser silenciados en la defensa de sus derechos. Se entiende que usted tiene derecho a tener libre acceso a su vivienda a través de las puertas que tenga instaladas. Las puertas están allí, pero el paso ha sido bloqueado porque se han instalado vendedores a lo largo y ancho de las veredas.
En el angosto pasadizo que se deja entre los puestos ambulatorios –muchos de ellos en realidad permanentes y estables- hay que caminar encontrando al paso paraderos de triciclos, enfrentando a mototaxis y vehículos mayores cuyos conductores tratan de avanzar haciendo mil malabares para evitar chocarse. Hay que dejarles libre el camino cortésmente si no quiere ser atropellado o convertirse en víctima de insultos de todo calibre sin importar si se trata de un menor de edad, de una dama o de un anciano. Ellos tienen la preferencia. El mundo al revés. A esos conductores –muchos de ellos verdaderos energúmenos- les importa un bledo el respeto a las personas. Los peatones ponen en riesgo su integridad física. Hay intersecciones en los que hay verdaderas luchas vehiculares para ver quien pasa primero. Los conductores son expertos en maniobras temerarias de todo calibre.
No se entiende cómo es que ninguna autoridad se preocupa por este problema que encierra gravísimos peligros. Si se produjese un temblor, un incendio o cualquier desastre que provoque temor en la población y ésta tenga que correr, se enfrenta el riesgo de que se tenga que lamentar desgracias personales.
La autoridad municipal está ausente, salvo cuando se trata de cobrar la sisa lo que puntualmente hace un cobrador que solo cumple con su misión pero que no reporta la delicada situación que se vive, ni de conductores de negocios que careciendo de desagüe van con baldes y embudos para depositar las aguas sucias en uno de los buzones de Sedalib más cercanos a sus negocios.
La calle Progreso, pese a estar virtualmente bloqueada por la gran cantidad de comerciantes ambulantes, no se cierra al tráfico vehicular. El número de comerciantes ambulantes ha crecido en forma descomunal. Este es uno de los graves problemas de la ciudad irresuelto hasta la fecha.
Hay un descomunal zafarrancho del que no se libra tampoco la avenida González Cáceda en el corazón de la ciudad.
(Publicado en el Diario "Últimas Noticias" de Pacasmayo el 20.08.2009, pág.3, con el título "Parada de calle El progreso es un polvorín a punto de estallar,Peligro en las calles de Chepén")