LA ENTREGA TOTALEn las faldas pedruscas del azul cerro,
toqué, tu tersa y sonrosada piel
desde el dedo pulgar
hasta el dorado cabello,
que así nomás no se vé.
En las faldas verdes del azul cerro;
toqué, tus lisas piernas sonrosadas,
las que se entrelazaron con fulgor a las mías,
ciñéndote a mi gentil cintura
para luego fenecer oprimiendo,
mi hermosura.
En las faldas frías del azul cerro,
por vez primera
dejaste ver
tu risa enamorada,
mientras el aire jugaba
con tu cabellera ondulada.
En las faldas pedruscos de azul cerro,
me entregaste tu cariño,
triste y apasionado.
Qué largo tiempo los dos
hemos esperado.
Entonces, desde luego,
ya no somos los mismos
porque la gente dicen
que eso es pecado;
pero pecado hubiese sido
al no haberte, querido; ni sentido.
(Fuente: Revista KANTAL Nº 4. Chepén, Julio 2005)
